He estado pensando en la idea de la obra de arte «distribuida», cuyos creadores están repartidos por todo el planeta y muchos no se conocen ni se conocerán nunca. He estado pensando en la soledad de la era digital, en la que estamos tan lejos unos de otros, cada uno representado por un frío círculo de luz digital en una pantalla.
También he encontrado la belleza en esto, en que el proyecto permite una especie de unión asíncrona. Miro una pantalla y pienso en otros lugares, y en cómo la gente de esos lugares también participa en este trabajo e intenta averiguar qué significa participar. Hay una especie de comunidad en esto. También he estado pensando en los sonidos que se cargarán y en cómo existen en este espacio digital liminal, que cobran vida cuando alguien los escucha, y me he estado preguntando qué tipo de partitura sonora crean los oyentes.
Si supiéramos en cada momento quién escucha qué, siempre sería diferente, siempre habría nuevas combinaciones.